Juzo by Juan Esteve

autor:Juan Esteve [Esteve, Juan]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788468680668
editor: Bubok Publishing S.L
publicado: 2016-01-22T00:00:00+00:00

Deuda

Ramírez era el jefe de la comisaría. Obeso y barbudo. Solía sentarse en su despacho con un puro habanero a dejar pasar el tiempo.

—Dígame, Álvarez. ¿Qué coño quiere? —preguntó hostil ante mi visita.

—Necesito disponer de quince agentes para realizar una redada en la farmacéutica Painless SA. Además de otra orden de registro.

—¿Para qué?

—Estoy seguro de que ahí realizan los asesinatos de los cadáveres del caso de Sánchez y González, además de estar relacionado con el asesino.

—Denegada.

—¿Puedo saber por qué?

—No.

—¿Y si aporto diez mil dólares a su causa?

—¿Qué causa?

—La de que es usted un corrupto.

Ramírez levantó el teléfono.

—Tiffany, establece conferencia con la central de la Interpol.

—¿Eh? ¿Qué hace?

—Quiero a su agente fuera de mi comisaría —ordenó en inglés sin hacerme caso—. ¿Cómo que no?

—Tengo el presentimiento de que es usted idiota. —Me levanté y colgué el teléfono—. ¿Realmente cree que llamando a la Interpol y pidiendo que me vaya me voy a ir? Tiene que rellenar un informe, enviarlo a la central, y si mi superior lo ordena yo me iré de vuelta a Washington y le dejaré aquí cobrando sus sobornos. Mientras tanto espero una buena excusa para que no pueda otorgarme los permisos que le he pedido. Y como se le ocurra sacar la pistola de debajo de la mesa le pegaré tres tiros en la cabeza, le estoy viendo el brazo.

—Mire su pecho.

Un pequeño punto rojo revoloteaba por mi camisa atravesando la ventana trasera a Ramírez.

—Bien, de acuerdo, estoy encerrado.

En un rápido movimiento desenfundé mi revólver y el cristal se hizo añicos. La bala se posó caliente en mi entrepierna, no sin antes abollar mi arma en el seguro.

—¿Qué…? —enmudeció mi adversario.

—Titanio. Está hecha para esto. La llamo Tania —bromeé.

Pude advertir el pánico en su rostro, así que volví a enfundar y me cambié de sitio.

—¿Sabe quién es Marta Ramírez? —susurró.

—Desaparecida, ¿verdad?

—Era mi hija. Estuvo un año desaparecida. Hasta que un día llamaron a mi mujer y le dijeron que ella había muerto, pero tenían al asesino, e iban a torturarlo hasta la muerte.

—¿Era Juzo?

—Sí. Jamás podré expresar el agradecimiento que le debo a ese hombre y a su demencia. Entiéndame cuando le digo que no puedo dejar que lo atrape.

—Puedo entender su posición, pero la mía es diferente. Yo he venido a capturar a un asesino, y es lo que haré. Lo que no voy a hacer es contarle a mis compañeros que usted mató a Sánchez y a González, a cambio de que no se interponga más en el caso.

—¿Qué? Yo no los maté.

—Los sábados a las siete de la tarde no hay nadie más en el departamento que usted, el personal de seguridad y los que reciben las llamadas. He hablado con Ernesto, que lleva el turno de tarde y estaba durmiendo cuando, misteriosamente, se apagaron las cámaras, cosa que pude comprobar en las grabaciones.

—Por favor, no me haga esto… Wayne amenazó con matar a mi mujer y a mi otro hijo si no cooperaba…

—Wayne tiene problemas mucho más grandes ahora, el FBI lo investiga de lleno y no pasará un mes antes de que lo detengan.

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